EL SEH - E - LEN
por Mónica Gómez
Se comenta que a diferencia del feto que anida
sólo en mujeres embarazadas, el Seh -e- len mora en todos lo seres humanos y
que se desarrolla más vigoroso en huérfanos y dementes.
Gelatinoso, tiene la virtud de empequeñecer o
expandirse a voluntad, en su hábitat dentro del lóbulo izquierdo, cerca de la
parte superior de la oreja, la que a veces cosquillea desde su interior produciendo
un escalofrío, que recorre la nuca hasta
el cuello y que suele confundirse con
una sensación de gran tristeza parecida a la melancolía.
El Seh-e-len tiene mil tentáculos con afiladas
puntas, que se adhieren sólidamente, hasta a veces dañar los músculos de las
paredes del lóbulo. No duerme jamás y por la noche se aferra con más fuerza y
se tranquiliza únicamente si el ser que habita, sueña.
Cuando las mujeres se preñan, sus Seh-e-lenes caen
en un sopor cataléptico del que no despiertan hasta el momento del
alumbramiento, el instante mismo cuando se corta el cordón umbilical entre la
madre y el niño.
La mayoría de la gente niega la existencia de este
ser, aunque varios investigadores han manifestado (en algunas publicaciones univer sitarias), una que otra vaga alusión al respecto,
las que
se refieren a la soledad interna como el ambiente
idóneo para el desarrollo del Seh-e-len.
En cambio dos o tres neurocirujanos de cierto
prestigio, dicen que no es posible calificar de entes vivos a una materia de
color ámbar encontrada a veces en el interior del área izquierda de la masa
encefálica, sin dar mayor explicación científica a las múltiples formaciones
calcáreas móviles, semejantes a pequeñísimas uñas, que la rodea.
Al parecer, quienes más se han preocupado por dar
respuesta a la autenticidad o no del Seh-e-len, son lo lamas del Monasterio
Bool en el Tíbet, los que han extraído, mediante delicadas técnicas de
autosugestión, algunos ejemplares vivos en mujeres albinas y niños mongólicos, los que conservan en
gigantescas cámaras de silencio, aisladas de todo estímulo, uno en cada una,
separadas por una distancia de cinco kilómetros y bajo una temperatura
ambiental de menos 80º C.
La opinión oriental es quizás la que da más luces
sobre el asunto (probablemente porque es la única técnica experimental que ha
aislado a lo seres en estado puro, fuera de su lugar habitual) y concluye que
el Seh-e-len es la soledad misma, ese vacío inexplicable que acompaña al ser
humano desde su nacimiento y durante toda su vida. Y aconseja que si alguien
desea hacerlo desaparecer para siempre, debe -a través de una tan selectiva
como ardua búsqueda- encontrarle la
pareja.
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