lunes, 22 de julio de 2024

EL SANTUARIO DEL RÍO CRUCES _ PATRICIO HEISE QUIROZ _CHILE_ (VALDIVIA)



EL SANTUARIO DEL RIO CRUCES

Cuentan los avezados ancianos que aquella lejana y oscura noche escucharon cantar al Tué Tué cuando su vuelo cruzó sobre el río Cruces en dirección al mar , dejando atrás su mensaje de mal augurio.
Y al día siguiente la Naturaleza desató su furia con el descomunal remezón que liberó en Valdivia el polvo añoso de cada recoveco de su centenaria  historia , mientras en la costa el mar arremetió soberbio arrasando los poblados ribereños.
Entonces , río arriba la tierra se hundió y las aguas inundaron para siempre las verdes praderas, convirtiéndolas en prodigiosos y fecundos humedales.
Han pasado los años y este atardecer una profunda quietud invade el humedal del Santuario del río Cruces, sólo quebrantada por el cadencioso batir de mis remos y de vez en cuando, por el graznido postrero de las garzas que emprenden el vuelo buscando refugio en los bosques que circundan el humedal. 
Un tenue y húmedo halo termina por inundar entonces el paisaje , dándole la suavidad de los tonos pastel, creando una atmósfera mágica e idílica donde todo parece guardar un perfecto equilibrio.
Más allá, los cisnes de cuello negro y las taguas emprenden también la retirada, seguidos de sus hileras de polluelos, dejando atrás una sutil estela en las plácidas aguas hasta perderse en los laberintos del totoral.
Luego, hacia el oeste, el sol se oculta en dirección a los bastiones españoles de Niebla y en el cielo del atardecer poco a poco las pinceladas de encendido escarlata se van decolorando, desvaneciéndose en el reflejo de sus mansas aguas. 
Más tarde, del otro lado, detrás de la Isla Teja, la luna llena ya se asoma resplandeciente y mientras se encumbra, va tiñendo el remanso de plateado viso. 
Una bandada de rezagados cormoranes cruza entonces el cielo en acompasado y silente vuelo, mientras abajo las ranas ya se conciertan en un delirante croar.
Entonces, cuando cae la noche, se abre sobre el Santuario la bóveda oscura y profunda que se va engalanando con el encaje de mil titilantes estrellas, las que se reflejan en sus aguas cual luciérnagas revoloteando a ras de ellas.
Más tarde, la suave brisa costera se cuela por el río Valdivia trayendo la bruma y el lejano ronroneo de las máquinas de un barco. Es el eco de un navío mercante que supo también de la desgracia aquella vez que cantó el Tué Tué, cuando el mar furioso se lo arrebató a la bahía y lo hizo naufragar río arriba. Poco a poco, su sonido se acrecienta  inundando  el paraje hasta ahogarse en su mansedumbre. 
Cuando alcanza el Santuario, sólo sus luces difusas se dejan ver reflejadas en el caprichoso surco de las aguas, mientras el humedal impasible le oculta celoso los secretos de su intimidad.
Después, del otro lado del río Valdivia, a través de la bruma ya se dejan ver los fulgores de la ciudad que se ha recogido silenciosa al relajo.
Llegando a destino, desembarco en el pequeño muelle de la otrora calle Canelos y siento que me llevo en el alma grabado para siempre ese pequeño paraíso, aquel con el que la naturaleza nos recompensó generosa después de la tragedia, para que a través de él nuestro espíritu pudiera dialogar con ella….
Texto : Patricio Heise Quiroz
Fotografía  Santuario : Créditos a quien correspondan.

1 comentario:

  1. Hermoso relato, que nos lleva a reflexionar profundamente sobre un acontecer tan doloroso provocado por la naturaleza, pero a la vez nos muestra otro hecho restaurador de ella misma.
    La narración lárica está bellamente descrita y en ella podemos más que leer, " ver" ese pequeño y gran paraíso que señala el autor, provocando en el espíritu un sentimiento de paz interior, alegría y poesía
    Gracias !!!!

    ResponderEliminar